XIX. PUERTO RICO

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LA  DIVINA
PROVIDENCIA, PATRONA DE PUERTO RICO

97. ¡Oh, divina providencia, concédeme tu clemencia y tu infinita

bondad! arrodillada a tus plantas, a ti caridad portento, te pido para
los míos: casa, vestido y sustento. Concédeles la salud, llévalos por
el buen camino, que sea siempre la virtud la que los guíe en su destino.
Tú eres toda mi esperanza, tú eres el consuelo mío en lo que mi mente
alcanza, en ti creo, en ti espero, y en ti confío. Tu divina providencia
se extiende a cada momento, para que nunca nos falte: casa, vestido
y sustento. Que así sea!  Dios me los bendiga y la Virgen los guíe. Amén.

 

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HIMNO A LA VIRGEN DE LA DIVINA PROVIDENCIA
98.  Virgen Santa de la Providencia
Madre de Clemencia,
Honor del Caribe.
Protectora, Borinquen te aclama.
Patrona te llama y a tu amparo vive.

Los Boricuas, tus hijos amados,
llegan confiados a buscar los bienes,
que les brinda con todo el cariño,
por tu mano, el niño,
que en tus brazos tienes.

Ese niño que reposa en calma,
despierto en el alma
en Borinquen sueña.
Y se alegra de que hayas querido
por trono escogido, tierra Borinqueña.

Puerto Rico, te tiende su brazo,
solo en tu regazo, descansar añora,
y te pide, que sigas constante,
siendo en cada instante
su fiel protectora.

 

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SANTUARIO DE FÁTIMA EN PUERTO RICO

99. Meditación sobre las cinco blasfemias y su reparación, que los
hombres profieren contra la Virgen Santísima [1]

La primera blasfemia, según Sor Lucía, se refiere a “Las blasfemias
contra la Inmaculada Concepción”: La Inmaculada Concepción tiene
su origen en la Santísima Trinidad.  El Padre Dios quiso con inefable
amor, preservar a la Madre de su Hijo Unigénito del pecado original,
en vista de la salvación que iba a realizar su Hijo Divino. No convenía
que la Madre de Dios, estuviera un instante bajo el poder de Satanás,
al que Ella iba a aplastar la cabeza. Queridos hermanos e hijos de la
Inmaculada Virgen María, abracemos este Misterio con fe y alabemos
al Señor por las maravillas que ha hecho con nuestra Madre celestial.
¡Oh Virgen Inmaculada, ya que no podemos comprender con nuestra
inteligencia los designios amorosos de la Trinidad Santísima, por


lo menos queremos creer con humilde fe en tu Inmaculada Concepción,
y venerarte, e invocarte y llevar tu medalla y visitar frecuentemente
tus grutas! También queremos recordar, con gratitud, oh, Madre
querida, tus manifestaciones en Fátima, donde nos ofreciste tu Corazón
Inmaculado como refugio y el camino que nos ha de llevar a Dios.

Y por los que blasfeman contra tu Inmaculada Concepción y no se
acogen a tu Corazón Inmaculado queremos pedirte perdón y rezar por
ellos.
un Avemaría

 

 La segunda blasfemia se dirige: “Contra la Virginidad de María”. 
¡Oh, Virgen inmaculada, oh, Madre Virginal, también esta blasfemia
recibes de tus hijos ingratos! Nosotros, oh, Virgen y Madre, queremos
asociarnos a la fe profunda de nuestros antepasados que siempre
rezaban: “Oh, María, Virgen antes del parto, en el parto y después del
parto, siempre Virgen pura, ruega por nosotros los pecadores”. Y ¡con
cuánta razón lo hacían y lo deberíamos hacer nosotros, ya que tú
misma te declaraste Virgen ante el Arcángel San Gabriel!  “No conozco
varón”, y nunca conociste varón, ni antes que naciera Jesús, ni después.

Sólo cuando intervino el Espíritu Santo y el poder del Altísimo,
te iba a cubrir con su sombra, Tú aceptaste a ser Madre.

¡Oh, Dios Altísimo, concédenos la gracia de creer en tu poder divino,
que no quiso que la Madre de tu Hijo Divino conociera hombre alguno!

Y tú, oh, Virgen santa, eleva nuestro espíritu, apegado a esta tierra
a las sublimes alturas del valor de la Virginidad tuya y de los que
se han consagrado como vírgenes a Dios. Bendita sea tu pureza y
eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza…

Y por los que blasfeman contra tu Virginidad, oh, María, y no la
reconocen, rezar por ellos
un Avemaría

 

La tercera blasfemia va “Contra su maternidad Divina, rehusando
al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres”.

Oh, María, santa Madre de Dios, ¡cómo debe dolerte esa blasfemia
que los hombres de hoy profieren contra este privilegio que te eleva
por encima de los Ángeles y Santos y te coloca junto al trono del
mismo Dios! Nosotros, querida Madre, creemos en tu maternidad
divina porque los Obispos en el Concilio de Efeso, en el siglo V, lo
declararon un dogma de fe, que los fieles de entonces lo recibieron
con inmensa alegría, aplaudiendo a los Obispos y dándoles prueba
de gratitud. Ciertamente los fieles creyeron ya antes en la maternidad
divina. Y fue santa Isabel que proclamó como primera creyente esta

verdad cuando dijo a la Virgen Santísima que la visitaba: “¿De dónde
a mí que la Madre de mi Señor, venga a visitarme?”  Ante estas
palabras, la Virgen no pudo menos que prorrumpir en un canto de
alabanzas al Señor…: “Mi alma glorifica al Señor y mi Espíritu se
regocija en Dios mi Salvador.” Queridos hermanos, renovemos
nuestra fe en la Maternidad divina de María, una y otra vez, al rezar el
ave María: “Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros…”, así
renovaremos continuamente esa alegría que sintió María frente a santa
Isabel, cuando ella la recibió como la Madre de su Señor. Y por los que
no reconocen la maternidad divina de María y blasfeman contra Ella,

rezar
un Avemaría

 

La cuarta blasfemia  Oh, Virgen Madre que, después que Jesús
tu Hijo divino, te ha constituido  Madre de todos los hombres;
¡qué doloroso debe ser para ti, tener que ver cómo los mayores infunden
públicamente indeferencia, desprecio y hasta odio hacia ti,
oh, Madre, en los corazones de los niños, tus hijos predilectos
y que tienen más necesidad de tu amor maternal. Oh, Madre dolorida,
¡cómo quisiéramos reparar nosotros esas blasfemias llevando a los niños

a tu regazo maternal! El mismo Jesús nos pide eso. Queridos hermanos,
creo que Jesús nos pide también eso a nosotros: de hacer conocer y
amar a su bendita Madre. Hagámoslo con celo apostólico, con sacrificio,

para consolar y reparar esas graves blasfemias contra nuestra buena Madre
y tratemos de llevar a muchos niños al conocimiento y al amor de
nuestra Madre, enseñándoles especialmente a rezar el santo Rosario
meditado y llevándoles a la consagración al Corazón Inmaculado de
María. Pidamos al dolorido Corazón Maternal de María, que perdone
a los que blasfeman contra Ella y le alejan a los niños de su amor maternal. 
Recemos por esta intención un Avemaría.

 

La quinta blasfemia reza: “Los que la ultrajan directamente en sus
sagradas imágenes.” Bien, querida madre, podemos comprender que

esto ha de ser un gran dolor para tu Corazón, como lo es también para

nosotros. Pero la Virgen Madre no piensa en venganza; Ella sólo
piensa cómo atraer a esos blasfemos nuevamente a su Corazón maternal.
Recemos por ellos
un Avemaría.

 

Para reparar las cinco blasfemias nos pide la Virgen Dolorosa,
que durante los 5 primeros sábados del mes, nos confesemos,
que recibamos la Santa Comunión, y que recemos un Rosario
que le hagamos compañía meditando durante los 15 minutos en

los Misterios del Santo Rosario, con el fin de ofrecerle reparación,
prometiéndonos su asistencia en la hora de la muerte con las gracias
necesarias para nuestra salvación. Ave María Purísima, sin pecado
concebida.

 

LA GRUTA DE LOURDES SANTUARIO MARIANO, PARROQUIA
EN PUERTO RICO

100. NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES
Oración inicial
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, creador y redentor mío,
por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, a mí
me pesa de todo corazón haberos ofendido, y propongo firmemente
nunca más pecar, confesarme, cumplir la penitencia que me fuere
impuesta y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos. Os ofrezco
mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y
confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonaréis
por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me
daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo
servicio hasta el fin de mi vida. Amén.


Bajo vuestro amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no

despreciéis nuestras súplicas en las necesidades, sino libradnos de
todos los peligros, ¡oh siempre Virgen gloriosa y bendita!

 

V. Ruega por nosotros, ¡oh Virgen de Lourdes!

R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
Rezar la oración del día correspondiente:

 

Oración final para todos los días
¡Oh Dios eterno y compasivo! Concédenos la gracia de vivir santa y
cristianamente, venerando a la Virgen Santísima de Lourdes, para que
seamos dignos de su intercesión en la vida y en la hora de la muerte.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

Primer día

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

Reina Inmaculada que, apareciendo personalmente cual majestuosa
Señora en la gruta de Lourdes, honrasteis con vuestra benigna mirada
y con la comunicación de vuestros secretos a la pobre y enfermiza
Bernardita, tanto menos estimada de los hombres por la falta de toda
cultura, cuanto más acepta a Vos por el candor de su inocencia y el
fervor de su devoción; obtened para nosotros la gracia de que,
poniendo siempre nuestra gloria en hacernos gratos al Señor con una
vida enteramente conforme a nuestros deberes, nos hagamos al mismo
tiempo merecedores siempre de vuestras especiales bendiciones. Amén

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

Día segundo

Por la señal… Señor mío Jesucristo

¡Oh Virgen de Lourdes, escogida por Dios para ser Madre de Jesús,
tesorera de las divinas gracias, refugio y abogada de los pecadores!
Postrado humildemente a vuestros pies os suplico seáis mi guía y salud
en este valle de lágrimas, porque nada puedo ni debo hacer sin vos.
Alcanzadme de vuestro divino Hijo el perdón de mis pecados, la
perseverancia en el bien y la salvación de mi alma, para ser
eternamente feliz y dichoso en vuestra dulce compañía en las
mansiones da la gloria. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

Tercer día

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

¡Oh Virgen de Lourdes y Madre mía, vida y esperanza de los
huérfanos, áncora de los náufragos, salud de los enfermos y consuelo

de los que agonizan y mueren! ¡Oh Madre mía! Después de Dios,
tú eres y serás. mi única esperanza en las tentaciones y peligros,
en la vida y en la hora de mi muerte. No me dejes, ¡oh María! Amén.

Tres Avemarías y Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

Cuarto día

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

¡Oh Virgen purísima de Lourdes, vida de mi alma, alivio de mis penas,
suavidad y dulzura de mis aflicciones! A las puertas de vuestro corazón,
¡oh Madre mía!, llama este pecador enfermo, cuyo dolor, en este
momento, es tan grande como sus pecados; compadeceos de él, no le
desechéis, miradle con ojos de compasión. Sanadle, como Jesús a los
leprosos. Curadme para que alabe a Dios eternamente. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

Quinto día

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

¡Oh Virgen de Lourdes y Reina de los ángeles, en cuyos ojos
centellea la fe que abrasa vuestro espíritu! Enseñadme a creer; pero
a creer obrando, porque la fe sin obras es muerta; y llenos de
creyentes, que no obraron conforme a sus creencias, están los
calabozos del infierno. Ayudadme a creer la palabra divina y a obrar
como Dios y la Iglesia me mandan creer y obrar; pues la fe es luz  y
antorcha que ilumina mi alma y la conduce por la senda de la eterna
bienaventuranza. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
 con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

Sexto día

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

¡Oh Virgen de Lourdes y Virgen de las vírgenes, azucena candidísima,
tórtola inmaculada, paloma sin hiel! Vos, que fuisteis concebida
sin pecado; vos, que tanto amáis la castidad y tanto queréis a vuestros
hijos, tened compasión de mí y libradme de esta ponzoñosa
concupiscencia que me sumerge en un mar de pecados. Alcanzadme
de vuestro Hijo la gracia de la castidad para vivir en la tierra como los
ángeles del cielo. Amén.

Tres Avemarías y un  Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

Séptimo día

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

¡Oh Virgen de Lourdes y soberana Emperatriz de los cielos, que,
por amor a la pobreza, os sujetasteis a todas las privaciones y
escaseces de los pobres de espíritu!, enseñadme a despreciar las
demasías y regalos, e inspiradme amor y compasión a los pobres
para conseguir con la limosna el reino de los cielos. Amén.

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

Octavo día

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

 

¡Oh Virgen de Lourdes, ejemplar sublime de obediencia, que
haciéndoos esclava del Señor y humillándoos hasta vivir sin propia
voluntad, merecisteis os llamasen bendita todas las generaciones!
Enseñadme y ayudadme, como a la niña Bernardita, a ser obediente
hasta la muerte, porque la obediencia es mejor que los sacrificios,
y el que sigue obedeciendo a Dios conseguirá llegar hasta el cielo.
Amén.

 

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

Noveno día

Por la señal… Señor mío Jesucristo…

 

¡Oh Virgen de Lourdes, Reina de los mártires y consuelo de los
afligidos! Por la heroica paciencia que resplandeció en todos los actos
de vuestra vida mortal, desde Belén al Calvario, desde la Profecía de
Simeón hasta que os arrancaron de los brazos el cadáver
ensangrentado de vuestro divino Hijo, tened misericordia de mí y
ayudadme a sobrellevar con cristiana resignación el peso de las
cruces que el Señor tenga a bien enviarme, para labrar mi eterna
felicidad en la gloria y vivir en vuestra dulce compañía por todos
los siglos. Amén.

 

Tres Avemarías y un Gloria. Pedir la gracia que se desea obtener
con esta novena. Terminar con la oración final para todos los días.

 

http://www.devocionario.com/maria/lourdes_7.html



[1] El 10 de diciembre de 1925 apareció la Virgen Santísima con el niño Jesús a Sor Lucía para manifestarle su dolor por las blasfemias e ingratitudes de los hombres diciéndole: “Mira, hija mía, mi corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con sus blasfemias e ingratitudes Tú procura consolarme”. Más extensas lecturas en: http://netdial.caribe.net/~santuario/meditacion_sabados.htm